lunes, abril 30, 2007



"Si los muertos se pudieran enterrar en cualquier parte; los árboles se avivarían"

Rubén Sandoval López

"Trauma” quiere decir “golpe”, lo saben los médicos. Pero el psicoanálisis le dio el sentido de “golpe psíquico”. Un niño golpeado por el padre ha recibido un traumatismo, dice el médico. Si los golpes son particularmente feroces también ha quedado traumatizado, dice el psicólogo. Lo que no se ha estudiado, hasta donde sé, es el trauma que también sufre el padre golpeador cuando vuelve en sí de su acceso incontrolado de furia. A la vista de su hijo cubierto de verdugones, un padre puede pasar sin solución de continuidad de la brutalidad al llanto y el arrepentimiento.
Aquí está, en síntesis, lo que nos pasa en Chile respecto de la aplicación de la ley: todas las encuestas señalan que la población se opone al uso de la fuerza pública, aun en casos en que el ciudadano infractor parece pedirla a gritos. Curiosamente, la misma población exige castigos corporales –en ocasiones inadmisibles para los criminalistas modernos, como la pena de muerte– cuando se le interroga sobre el castigo justo para delitos particularmente odiosos, como la violación con asesinato o la tortura y la mutilación para arrancar el pago de un rescate. Pero cuando los delitos no los comete un particular, sino grupos que enarbolan banderas de tipo social, Estado y sociedad se paralizan. La culpa traspasa generaciones, y autoridades que eran niños en aquellos años de violencia autoritaria se retuercen las manos sin acertar a responder al delito con la sencilla aplicación de la ley: la impunidad ha llegado a ser tan extrema que más debe asombrarnos cómo la mayoría de la población aún se abstiene de infringir la ley para alcanzar beneficios y los golpes pasan.



Rubén Sandoval López